El peluche de las quinientas mil libras

Este oso de peluche no tiene ojos de diamante, ni nariz de oro, ni alberga un tesoro en sus entrañas de trapo. Ni siquiera creo que haya sido confeccionado con materiales finos. Es un oso de peluche cualquiera. Incluso más viejo y raído que los que podríamos encontrar en una juguetería.

Lo que tiene de particular este oso, para la familia que lo posee, es más bien su valor sentimental. Perteneció a la hija del dueño de una propiedad en Lavenham, Inglaterra. Lo que tiene de particular este oso, para quien esté interesado en adquirirlo por quinientas mil libras, es que se vende con todo y la propiedad.

Lo explico de otro modo. Walt McKinlay, hombre retirado, de 73 años, está interesado en vender su propiedad (ubicada en una villa medieval con valor histórico y turístico). Se le ocurrió poner el oso de su hija en la ventana, con un letrero que decía «cómprame». Obvio, nadie pagaría ese dineral por un oso ordinario, pero se sobreentiende que el juguete viejo incluye la casa y el terreno.

La idea ha resultado muy simpática para quienes han visitado la casa y, sobre todo, para los turistas. Eso convierte al oso en una medida mercadotécnica sencilla y casera, pero efectiva. Y también en uno de los peluches más caros del mundo.

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