En 1972, el padre de Renato Sehn compró una isla en la costa brasileña del Atlántico por menos de lo que ahora vale un automóvil. Renato trabajó en la isla, cavando canales de drenaje en haciendas del Amazonas. En aquel tiempo presenció cómo los aviones rociaban los árboles para incendiarlos, sintiéndose un poco parte del crimen ecológico. Al pasar de los años heredó la isla, donde decidió construir una posada que fuera congruente con sus aspiraciones ecologistas.
Tras estudiar los senderos de la isla, Renato comprendió que demasiada gente desorientaría a los pájaros y lagartos, por lo que se inclinó por un turismo moderado y enfocado a la conciencia ambiental. Enseñó a los pescadores a no contaminar el mar con el aceite del pescado frito y aprendió a reciclar la basura. Construyó 20 chalets, de estilo rústico pero de lujo. Ahora la Isla del Papagayo es un paraíso donde existen habitaciones dan la impresión de estar suspendidas en el mar, donde las orquídeas parecen artificiales de tan perfectas y donde es posible contemplar a las ballenas en invierno.
La isla cuenta con todos los servicios para asegurar una estancia cómoda al huésped y ofrece diferentes opciones para practicar el ecoturismo: de la observación de animales silvestres y marinos a la navegación por los ríos aledaños.
Fuentes: Clarín.com, Ilha de Papagaio