Ni la recesión económica mundial ni la caída de la Bolsa rusa asustan a los inversores en lujo en Moscú donde a principios de este mes de diciembre se inauguró la juguetería de lujo Yakimanka. Esta tienda de juguetes sería el paraíso de cualquier niño, pero también representa un alivio para los padres multimillonarios, interesados en adquirir objetos exclusivos y poco comunes para sus hijos.
La tienda está dirigida sólo al cinco por ciento del mercado ruso, un sector de la población que puede pagar juguetes que van de un Ferrari de pedales a un libro-objeto cuyas tapas están adornadas con piedras preciosas.
Como era de esperarse, los amplios espacios de la tienda están adornados con árboles de Navidad, con figuras mecánicas de Santa Claus y con imágenes de duendes navideños. Sin duda, esta inteligente medida convierte a la tienda en una atracción decembrina, por lo que estará en boca de todos (incluso de aquéllos que no podrán comprar en ella).
Yakimanka ofrece juguetes, artículos de lujo para niños y marcas como Dolce & Gabbana, Dior y Missoni. No estoy segura de que los niños sientan un legítimo interés por las marcas de lujo, pero la tienda ha tenido éxito considerando el reducido público al que se dirige.
La ironía de corte socialista: la juguetería más lujosa y cara del mundo se encuentra a algunos metros de una gigantesca estatua de Lenin.